El escáner buscó infructuosamente dentro del cerebro
alguna neurona sana o un vestigio de actividad. Mientras el escritor permanecía
recostado dentro del mismo.
En su rostro una sonrisa estúpida y la mirada
perdida en el más allá, pergeñando esta
historia.
El facultativo no llegaba a comprender que ocurría, quizás fuera una
falla del equipo, por lo qué lo detuvo para poder constatar; nada encontró tras
el examen. Con una sonrisa respondió el paciente al pedido de qué se mantuviera
quieto por unos momentos más.
Ante la duda llamó a un colega con quién deliberó largo
rato llegando ambos a un diagnóstico compartido.
El escritor en tanto viviendo su fantasía vio con
agrado la ceremonia y el dolor de sus deudos.
La historia concluía con el punto final.
Se sintió feliz, era su mejor obra…
No te hagas el vivo...digo, el muerto. Mirá que los escritores son gente seria.
ResponderEliminarPero yo no soy ni siquiera escritor...
EliminarHola Luis, pues para no encontrarse nada en ese cerebro ha salido un buen relato:)
ResponderEliminarBesos.
Hola Piruja, a lo mejor es que quienes dejan de existir se vuelven famosos. Este no fue ña excepción.
EliminarUn abrazo.
Luis,muy ocurrente tu relato,siempre me sorprendes,pero la próxima escribe algo que me haga sonreir,asi como tu sabes hacerlo muy bien.
ResponderEliminarUna de cal y otra de arena, así es la vida...
EliminarPor eso me gusta escribir de todo y existen muchos motivos para narrar nuevas historias.
Las neuronas no siempre están como deben de estar,y en este caso el escritor estaba absorto viendo lo que otros trataban de dilucidar.
ResponderEliminarSe me ocurrió pasar por aquí y descubrí que a veces tengo alguna neurona que me sobra.
Saludos Luis.
Puri
Dichosa de vos amiga que te sobran neuronas. Muchas gracias por pasarte por mi página.
EliminarUn gran abrazo.