sábado, 16 de abril de 2016

La silla...


Aún imagino verte allí sentada rogando por tu vida, mientras yo cual si fuera juez disponía de ella. 

Estaba ciego lo se, pero no de ahora. Fue cuando no supe ser el hombre qué esperabas, te quise mía argumentando que te amaba; me miraste con cariño tratando de comprender como era ese amor que te ofrecía. 

Pero yo solo vi deseo y seducción, algo en mi mente tergiversó todo. Inmerso en mi lujuria no entendí.

La obsesión mata tanto como mis celos. No te creí, mi locura lo impidió.
Sin atreverme a mirarte a los ojos, el fuego de mi odio te consumió. 

Gritaba tu nombre cuando me llevaban, luego el silencio.
Ahora también estoy en una silla qué quema y sin piedad se lleva mi vida.

Es tarde para pedir perdón…