miércoles, 16 de marzo de 2022

 


                               ¿Recuerdos?




Mamá, ¿papá no va a volver? Hace mucho que se fue.

Mi madre cerró los ojos apretando una lágrima y no me respondió. Eran tiempos muy duros, solo urgía sobrevivir.

Hoy en la distancia lo recuerdo, la mirada mustia de mi madre, el miedo a cada mensaje que llegaba y nunca una noticia de papá. El frente estaba lejano y el invierno golpeaba con crueldad, no sé cuánto tiempo pasó, pero era verano cuando llegó.

Era una caja no muy grande ni pesada, sobre ella un sobre, el soldado se retiró sin decir palabra, solo un saludo militar. Y luego el silencio, solo roto por los sollozos de mi madre, allí quedó, no quería abrirla. No pregunté, sentía miedo, allí quedo hasta el otro día. Al levantarme sobre una silla el sobretodo y una gorra militar que tomé sin permiso, mamá no dijo nada.

Era tarde en la noche, en ese momento no lo entendía, es un vago recuerdo; Ayudé a mi madre a colocar más leña en la vieja chimenea, el frío traspasaba las vetustas y desgatadas paredes, aquellas que en un tiempo sentí como el más hermoso y seguro hogar. La tristeza nos enmudeció, la cena que preparó regando con sus lágrimas, le daban un sabor a desesperanza.

Nos sorprendió que alguien tocara la puerta, era muy tarde y un viento gélido arreciaba afuera en la oscuridad.

—¿Quién es?—preguntó mi madre, nadie respondió, solo una corriente de aire frío se filtró por la ventana al ser azotada por el viento apagando la vela que mi madre había colocado frente a un retrato de mi padre.

 Fue cuando temblorosa tomó un cuchillo  de mesa y con la otra el cerrojo de la puerta, al tiempo que con señas me indicaba que me oculte detrás del sofá mientras ella con voz temblorosa nuevamente preguntó:

—¿Quién es? Le advierto que estoy armada y no dudaré—dijo sin soltar la perilla de la puerta.

—¡Tranquila, soy yo mujer! He regresado…

Se detuvo desconcertada, sin entender, abrió apenas la puerta, luego gritó emocionada y salió abrazando al que sentía había despedido en su desesperanza al llegar aquella caja, que el soldado poco antes le entregó.

—¡Amor! ¡Mi vida! ¡Entra, entra ya! No sé cómo ocurrió, pero estás aquí. Hijo, sal y ven a abrazar a tu papá—.gritó mientras tomaba su estropeada gabardina, cargada aún de lo que había vivido en sus batallas.

—Siéntate, debes venir agotado y hambriento—.dijo mientras colgó la gabardina en un gancho.

Estaba aturdido, sin saber qué hacer y mucho menos que decir, coloqué el tazón donde me indicó, para luego tratar de comer, cuando ella me interrumpió.

—¿Hijo, que haces? No podemos comer sin dar la bendición, y quién mejor que tu papá—.dijo al servir su plato, con un evidente temblor en sus manos, que provocó un derrame que salpicó la mesa—disculpa amor, es que sigo muy emocionada—lo dijo mientras limpiaba lo que derramó, para luego colocar un vaso de agua junto a él.

Mamá tomó mi mano, mientras yo sin saber que hacer la extendí y me uní a lo que era una oración, por lo que solo dije amén cuando la escuché. Después de todo era tan pequeño cuando mi papá se fue, que vivir sólo con mi madre había sido para mí el día a día de una larga espera, sumergidos en una gran austeridad, propio de una guerra. Sabía que él no estaba allí, como siempre  estuvo en la distancia; en las oraciones de mi madre, idolatrando su imagen, y los pagos que mes a mes alguien no hacía llegar, para poder sobrevivir.

Sin embargo al verla tan contenta me convirtió en cómplice de lo que sucedió. Porqué la vi recostarse con él en el sofá para quedarse dormida en sus brazos, o eso pensó ella que le ocurrió. Solo sé que por primera vez, después de tanto tiempo la vi feliz…

No sé cuánto tiempo pasó, hasta que me encontraron sólo en la casa arropado por la estropeada gabardina de mi papá. El corazón de mi madre no soportó aquella noche y quedó arrellanada en el sofá, su rostro a pesar de la palidez, denotaba paz y felicidad. Por ser solo un niño, fue necesario que me llevaran a un orfanato próximo al lugar. Allí crecí, con una mezcla de extraños recuerdos, que hoy más que nunca evoca mi memoria.

No lo entendía entonces, tampoco ahora. Hoy miro a mis hijas y no sé con qué palabras explicarles que debo cumplir con mi deber, soy un soldado y debo partir, el deber me llama,  no sé cuánto tiempo será ni donde me llevará el destino. Ellas tampoco lo pueden entender.

 Recuerdo los ojos húmedos de mi madre.