Había recorrido kilómetros desde el día que harto de esa
vida carente de futuro, decidió dejar todo y salir andando caminos.
La pareja dejó de funcionar, no tenían hijos, ella absorta
en sus actividades no se interesaba por recomponerla.
Cambió su auto por una moderna camioneta y tras una agría
discusión partió con rumbo incierto. Pasó un par de días en la capital, luego
continuó al sur.
Tras una semana de deambular por varias ciudades recaló en
Ushuaia, la más austral del país.
Ser ingeniero civil le valió para conseguir un puesto en una
fábrica local. Fueron dos años donde sólo las relaciones ocasionales lo
alejaban de la soledad. Supo que ella tenía una nueva pareja y estaba
embarazada. Le concedió el divorcio y consideró que el momento de partir había
llegado.
Ya en Buenos Aires, luego del largo viaje pensó en Europa.
Conocía Paris y Londres, pero no le agradaba la frialdad de esa gente.
Australia era una buena opción, así llegó a al continente,
Sidney se asomó a sus ojos.
Caminando absorto no la vio, chocaron de frente, ella dejó
caer las carpetas que portaba, él avergonzado entre disculpas se apuró a
recogerlas. Al entregárselas quedó eclipsado por esos ojos verdes mientras que
ella reía divertida por la situación. Mario se sintió muy tonto, aún así la
invitó a tomar algo para compensar el incidente.
Algo en ella lo atrapó, vio que le resultaba divertida su
manera de hablar, su ingles era desastroso. Le comentó que era argentino y
acababa de llegar, cautivado por la
sensualidad solo atinó a presentarse.
— Mira,
mi nombre es Mario, soy tan libre como un ave y estoy en Sidney tras una nueva
vida.
— Hola,
soy…Macarena, escritora, llegué al país hace cinco años, soy española.
Lo había visto pasar una tarde, caminando distraído las
calles del lugar.
Era un extraño contando su periplo por tantos lugares
tratando de encontrar su norte, le resultó simpático e interesante, tenía algo
que atraía.
Macarena ya no creía en los hombres, ¡la habían herido
tanto! no podía volver a arriesgarse pero este parecía ser diferente.
Sintió un nudo como mariposas en el estómago y un raro
sentimiento recorrió todo su ser, del que no quiso escapar.
Mario la observó, vio una mujer a la que creyó conocer desde
siempre, aún sin saber nada de ella ni de sus libros.
Había llegado desde
España impulsada por escribir sobre el
puente de la bahía, que es conocido originalmente como Sidney Harbour Bridge,
es de antigua concepción de arco , está ubicado sobre un sector de la bahía, se
circula en ferrocarril, automóvil, bicicleta o caminando
Así fue que un día de
primavera viajando en tren conoce a
Michel, un seductor pero soberbio
fotógrafo del New york Time que ignorando su presencia sacaba
fotografías desde la ventanilla, obsesionado solo por el dinero que iba a ganar
luego de esta importante producción de fotos del Puente.
Se volvieron a encontrar en varias oportunidades, ella
dejaba ver su rebeldía en su manera de
vestir, zapatillas, remera muy rockera y jean gastado por el tiempo. Ambos estaban por el mismo
motivo en ese lugar. El tren se
detuvo, comentar el hecho y el cruce de
sonrisas cómplices fue la escusa perfecta para
comenzar a dialogar. Al continuar la marcha ella simuló dormir cerrando sus
ojos. Al descender la invitó a tomar una copa y charlar. Se contaron sus historias,
no tenían nada en común ella tierna y
profunda, romántica hasta las lágrimas, él frio, distante, pero el misterio de su mirada penetrante la enamoró, la sedujo como lo hizo con tantas
otras.
El romance fue apasionado pero fugaz hasta que él desapareció una noche sin dejar rastros.
Ya no volvería a
creer en ningún otro hombre. Solo la
idea de terminar su libro sobre el Harbour Bridge la entusiasmaba.
—
Disculpa, me distraje en un momento, tu nombre
es Mario ¿verdad?
—
Si— respondió sorprendido— Mario, soltero sin
compromiso— ella rió divertida, a lo que él preguntó— ¿adonde vas? Quizás sea
el mismo camino…
—
En realidad me dirigía a la biblioteca, necesito
unos apuntes sobre el puente para completar mi historia.
—
¿Te acompaño? No tengo nada que hacer. Siempre y
cuando no te cause problemas.
—
Si gustas.
No me comprometes, soy muy libre también.
La noche los sorprendió en animada charla, vivían tan cerca
uno del otro que tras dejarla en su casa volvió silbando feliz a la suya con la
promesa de un nuevo encuentro.
Macarena también despertó feliz, el argentino le dio una
nueva perspectiva a su vida, era como despertar a la ilusión de que podría
volver a creer. Tras el desayuno lo llamó al móvil, aún medio dormido
respondió, pero al saber que era ella de un salto salió de la cama. Almorzar
juntos le pareció genial.
Se encontraron en un restaurante
desde donde admiraban la ópera y el puente degustando mariscos y un buen vino.
La charla se extendió entre pocillos de café hasta tarde en la noche.
Macarena huyó de un amor frustrado en Madrid, al enterarse
del posible embarazo él, la dejo cobardemente, la suerte quiso que no fuera,
pero ella no lo soportó. Con una amiga voló a Australia buscando un nuevo
rumbo, en Melbourne ocupó un puesto en una agencia de viajes española, así fue
como se enteró del puente, su afición a escribir la siguió desde España, pero
ya no lo hacía con el romanticismo de entonces.
Supo de un puesto en una editorial de Sidney, envió una nota
solicitando el puesto, dado que necesitaban alguien con dominio del castellano
fue aceptada de inmediato. Entre tanto artículos salió la idea de uno sobre el
puente, debía enfocarse en lo social.
Entre ideas y comentarios el ingeniero no perdía oportunidad
de agregar una frase o un piropo, para sorprenderla y admirar ese brillo en sus
pupilas que le daban esperanzas, ya no cabían dudas su corazón latía por y para
ella. Observando una pareja que se besaban, algo nació en él. La tomó de la
mano con firmeza sin notarlo, Macarena quedo mirándolo. Él al percatarse de su
acción, solo se encogió de hombros cual
niño descubierto en una travesura.
Estaba refrescando cuando volvían, la miró a los ojos y si
mediar palabra la besó, tras un momento de sorpresa ella lo abrazó. Ya no
buscarían más, el futuro había llegado…
El que busca encuentra...
ResponderEliminarEs verdad amigo...
EliminarGracias por estar siempre.
Un abrazo.