miércoles, 16 de agosto de 2017

La bicha


En la semipenumbra de la tarde que se iba convirtiendo en noche, agobiado por el lacerante dolor que le impedía moverse, piensa:

No puede ser, cuantas veces vi el frasco siempre tapado, ella estaba sumergida en alcohol para poder conservarla. Recuerdo que le dije:

—Vos estás loco ¿para que quieres ese bicho?
—Tranquilo— me respondió—está muerta.

Claro que lo estaba, la vi, ¿pero qué pasó? En la selva los nativos dijeron que esa bicha (ellos no la nombran por superstición) estaba maldita, que no la lleve. Él se rio e igual la metió en un frasco con alcohol, cuando llegó la dejó en ese rincón.

La pierna es una masa uniforme de color oscuro, la siente como fuego tremendamente inflamada. El dolor recorre su columna, no puede mover sus brazos y manos, la rigidez del cuello ladea su cabeza hacia un costado.

En la oscuridad cree ver dos puntos rojos fijos en él, observándolo. Pero su vista se nubla, el frío penetra sus huesos y el silencio lo invade de a poco.

Quienes por la mañana lo encuentran no dan crédito a la imagen, la inflamación se hizo presa de su cuerpo, está irreconocible.

Al forense le llama la atención esos dos puntos rojos en su pierna y ese frasco destapado con alcohol y restos de desperdicios en un rincón.

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