viernes, 4 de agosto de 2023

¿Él?

 

—¡Y claro que lo vi! Ahí estaba, cuando lo alumbré con la linterna, en la negrura de la noche brillaban sus ojos, quedó quieto mirándome mientras se elevaba hasta quedar de pie. A sus plantas el brillo del reguero de sangre saliendo bajo lo que imaginé un cadáver me aterró, por eso salí a la carrera hacia el camino tropezando con algunas ramas caídas.

Imagino que el sonido gutural era su voz llamándome, en mi huida perdí la linterna, seguí corriendo en la oscuridad llevándome todo por delante en mi loca carrera. Detrás imagine  sus pasos portando un arma, por suerte ya divisaba el camino y un poco más allá mi automóvil.

Al salir aquella noche, no imaginaba que pudiera encontrarme con esta situación, solo debía cruzar esa zona un tanto deshabitada, poblada de vegetación de pocos kilómetros, no sería más de una hora,  me entretuve en la despedida razón por la que salí tarde. El camino no era muy bueno, mantuve baja mi velocidad, una ligera vibración en la marcha me inquietó. Decidí detenerme para ver que ocurría, al parecer era un neumático delantero él causante del problema.

Caminé una decena de metros buscando una solución y pude ver una cabaña no lejos del camino, tomé la determinación de buscar ayuda y hacia allá me dirigí. Algo me molestaba, quizás fuera el estado del sendero, que en medio de la noche parecía más tétrico, la luz de la cabaña parecía ser de una vela o algo similar, percibí un movimiento dentro de la misma, me fui acercando y cuando estaba  a no más de quince metros apunte con mi linterna hacia la puerta y lo vi.

No esperaba encontrar un ser con esas características, era propio de un relato de terror, quería imaginar que era una pesadilla, pero me encontraba allí a pocos pasos y aterrado.

Fue entonces cuando comenzó a moverse hacia la puerta, detrás suyo un par de ojos de un tono rojizo se movió a la par, imaginé un tremendo can o quizás un lobo, no parecían tener prisa, al transponerla noté su altura y una especie de capucha, en su mano blandía una hoja que reverberaba la tenue luz, el ronquido de la bestia era por momentos agudo hasta el momento en que una extraña ave irrumpió en la escena con un batir de alas que molestó a la bestia que trató de asestarle un golpe fallando en el intento, el pájaro voló a su alrededor tratando de asestar un picotazo emitiendo un graznido aterrador mientras el extraño ser alzaba sus brazos emitiendo un rugido que estremeció la estancia a la par que un rayo detrás suyo iluminó la escena en un rojo brillante que lastimaba mis ojos.

Aterrado e inmóvil como estaba, sentí un frío que recorrió mi columna, intenté mover mis pies sin éxito, no podía huir, el extraño ser me miraba desde la cabaña. Fue cuando ocurrió, tras el fogonazo detrás de la cabaña acompañado de una explosión cambió todo.

Escuche primero un improperio de un hombre joven, luego una carcajada al momento que todo quedó en tremenda oscuridad, al abrirse la puerta un joven con una lata de cerveza en la mano se asomó y me saludó muerto de risa, mientras yo trataba de disimular la mancha que mojaba mis pantalones.

Él se arrimó y me saludó mientras me preguntaba que me pareció la escena, aún sin entender no supe que contestar, él lo entendió y pasó a explicarme que solo era una pantalla y equipo de sonido en la que podía ver lo que él proyectaba hasta que un cortocircuito arruinó todo.

La cabaña era su estudio donde el creaba sus vídeos.

Aún temblaban mis piernas al  dirigirme a mi automóvil olvidando el problema por el cual me detuve, al menos tendría algo para contar.

domingo, 15 de enero de 2023

Verano


 

Era una tarde de verano. Todo era algarabía a tu llegada.

Me asomé al verte aunque desconfiaba de ti, pero luego…

Supiste conquistarme y ya no pude alejarme de tu lado, era la primera vez que alguien me hizo sentir querida. Cada mañana compartía tu desayuno, también tu compañía el resto del día. Era un placer estar a tu lado.

Por las noches, arrebujada a tu lado conocí el placer de sentirte mío. Pero…

Ha pasado todo un mes, todo se termina, vuelves a tu rutina. Veo que te alejas y me saludas. Otra vez la soledad.

Te esperaré.

Quizás el próximo verano…

miércoles, 16 de marzo de 2022

 


                               ¿Recuerdos?




Mamá, ¿papá no va a volver? Hace mucho que se fue.

Mi madre cerró los ojos apretando una lágrima y no me respondió. Eran tiempos muy duros, solo urgía sobrevivir.

Hoy en la distancia lo recuerdo, la mirada mustia de mi madre, el miedo a cada mensaje que llegaba y nunca una noticia de papá. El frente estaba lejano y el invierno golpeaba con crueldad, no sé cuánto tiempo pasó, pero era verano cuando llegó.

Era una caja no muy grande ni pesada, sobre ella un sobre, el soldado se retiró sin decir palabra, solo un saludo militar. Y luego el silencio, solo roto por los sollozos de mi madre, allí quedó, no quería abrirla. No pregunté, sentía miedo, allí quedo hasta el otro día. Al levantarme sobre una silla el sobretodo y una gorra militar que tomé sin permiso, mamá no dijo nada.

Era tarde en la noche, en ese momento no lo entendía, es un vago recuerdo; Ayudé a mi madre a colocar más leña en la vieja chimenea, el frío traspasaba las vetustas y desgatadas paredes, aquellas que en un tiempo sentí como el más hermoso y seguro hogar. La tristeza nos enmudeció, la cena que preparó regando con sus lágrimas, le daban un sabor a desesperanza.

Nos sorprendió que alguien tocara la puerta, era muy tarde y un viento gélido arreciaba afuera en la oscuridad.

—¿Quién es?—preguntó mi madre, nadie respondió, solo una corriente de aire frío se filtró por la ventana al ser azotada por el viento apagando la vela que mi madre había colocado frente a un retrato de mi padre.

 Fue cuando temblorosa tomó un cuchillo  de mesa y con la otra el cerrojo de la puerta, al tiempo que con señas me indicaba que me oculte detrás del sofá mientras ella con voz temblorosa nuevamente preguntó:

—¿Quién es? Le advierto que estoy armada y no dudaré—dijo sin soltar la perilla de la puerta.

—¡Tranquila, soy yo mujer! He regresado…

Se detuvo desconcertada, sin entender, abrió apenas la puerta, luego gritó emocionada y salió abrazando al que sentía había despedido en su desesperanza al llegar aquella caja, que el soldado poco antes le entregó.

—¡Amor! ¡Mi vida! ¡Entra, entra ya! No sé cómo ocurrió, pero estás aquí. Hijo, sal y ven a abrazar a tu papá—.gritó mientras tomaba su estropeada gabardina, cargada aún de lo que había vivido en sus batallas.

—Siéntate, debes venir agotado y hambriento—.dijo mientras colgó la gabardina en un gancho.

Estaba aturdido, sin saber qué hacer y mucho menos que decir, coloqué el tazón donde me indicó, para luego tratar de comer, cuando ella me interrumpió.

—¿Hijo, que haces? No podemos comer sin dar la bendición, y quién mejor que tu papá—.dijo al servir su plato, con un evidente temblor en sus manos, que provocó un derrame que salpicó la mesa—disculpa amor, es que sigo muy emocionada—lo dijo mientras limpiaba lo que derramó, para luego colocar un vaso de agua junto a él.

Mamá tomó mi mano, mientras yo sin saber que hacer la extendí y me uní a lo que era una oración, por lo que solo dije amén cuando la escuché. Después de todo era tan pequeño cuando mi papá se fue, que vivir sólo con mi madre había sido para mí el día a día de una larga espera, sumergidos en una gran austeridad, propio de una guerra. Sabía que él no estaba allí, como siempre  estuvo en la distancia; en las oraciones de mi madre, idolatrando su imagen, y los pagos que mes a mes alguien no hacía llegar, para poder sobrevivir.

Sin embargo al verla tan contenta me convirtió en cómplice de lo que sucedió. Porqué la vi recostarse con él en el sofá para quedarse dormida en sus brazos, o eso pensó ella que le ocurrió. Solo sé que por primera vez, después de tanto tiempo la vi feliz…

No sé cuánto tiempo pasó, hasta que me encontraron sólo en la casa arropado por la estropeada gabardina de mi papá. El corazón de mi madre no soportó aquella noche y quedó arrellanada en el sofá, su rostro a pesar de la palidez, denotaba paz y felicidad. Por ser solo un niño, fue necesario que me llevaran a un orfanato próximo al lugar. Allí crecí, con una mezcla de extraños recuerdos, que hoy más que nunca evoca mi memoria.

No lo entendía entonces, tampoco ahora. Hoy miro a mis hijas y no sé con qué palabras explicarles que debo cumplir con mi deber, soy un soldado y debo partir, el deber me llama,  no sé cuánto tiempo será ni donde me llevará el destino. Ellas tampoco lo pueden entender.

 Recuerdo los ojos húmedos de mi madre.

lunes, 23 de marzo de 2020

Corona
Estaba asustado sin duda, faltaba tan poco. Era una sensación de ahogo más sabiendo que nada podía hacer, imposible desligarse, solo restaba esperar que llegue el día. Mientras del bolso color café saco el pack de cervezas que compró la noche anterior, con caja y todo fue a parar a la nevera, sonrió al leer sobre el envase amarillo en letras negras “Corona”.
Se levantó tarde, había estirado la noche tratando de no dormir, hasta que Morfeo ganó la batalla. El verano ya fenecía, un manto de hojarasca cubría el suelo, caminó casi con desgano, el local no quedaba tan lejos de hecho lo divisaba al final de la calle, como siempre el café le daría otro brío además de despertarlo definitivamente.
Se preguntaba por qué, como ella lo engañó para dejarlo a su antojo indefenso en sus redes. Se sentó al lado de la ventana para distraerse mirando el incesante ir y venir de los transeúntes por la vereda. Casi con desgano tomó el diario, solo acostumbra mirar las páginas de deporte, esta vez llamó su atención un titular. Parecía alarmante aunque no prestó atención. Esa tarde debía medirse el traje con el que iría a la ceremonia, lo peor es que odiaba vestirse así, siempre se rió de sus amigos al verlos con moño y traje, ahora le tocaba a él. La tarde transcurrió sin sorpresas, aunque olvidó ir del sastre. Lo haría mañana.
Tirado en su sillón favorito, despatarrado como siempre encendió el televisor, era la hora de las noticias, se enderezó de golpe para prestar atención, la cosa venía mal, el término “pandemia” no le era familiar, pero el mundo lo utilizaba con preocupación, la cuarentena era inminente, continuó viendo las noticias hasta que se fue a dormir. La mañana amaneció soleada pero nubarrones presagiaban que algo pasaría. No podría salir ni deambular por las calles, nadie podía hacerlo, la guerra sanitaria estaba declarada. Sonó el móvil y una voz le informó que se suspendía toda actividad en esa dependencia hasta nuevo aviso, tras el flagelo debería pedir un nuevo turno. Pasado el primer momento de estupor reaccionó, el registro civil posponía la boda sin precisar una nueva fecha.
Eufórico abrió la nevera y sacó una corona bien fresca para brindar por su buena estrella.

Por las dudas apagó el móvil para no escuchar ya imaginamos a quién…

miércoles, 31 de octubre de 2018

Dolor



Ese cosquilleo lo hacía sentir vulnerable, tenerla tan cerca simulando no sentir mientras su sangre bullía en torrentes y sus sueños lo enloquecían.
Ella nunca lo supo, veía en él al compañero fiel, con quién compartía el escenario. Sabía que podía confiar, era su amigo. No vio en el fondo de su mirada lo que sentía, no comprendió el ligero temblor que irradiaba a tenerla tan cerca. El personaje cubría lo aparente.
Confió en él al punto de confesar que soñaba con el amor del director, que impasible solo la veía como actriz, mientras su corazón ansiaba salir de su pecho al sentirlo cerca. Nada dijo. Se mordió los labios masticando un dolor profundo que lo corroía por dentro, lloró en la soledad de su habitación imaginándola en otros brazos.
Sobre el escenario, ella confundió con emoción esas lágrimas en la escena final de la obra donde se despedían para siempre, conmovida arrimó su rostro hasta que sus labios casi se rozaron, sintió como todo su cuerpo temblaba, en diálogo murió en sus labios. Quedaron un momento en silencio, mirándose, el bajó la mirada y atinó a un adiós, soltó sus manos y salió tras bambalinas. Ella miró al público y quedó en silencio mientras este estallaba en un aplauso.
El telón fue el refugio que la liberó de la tensión del momento. Giró su mirada buscándolo pero él ya no estaba.
Al volver a abrirse el telón, tuvo que saludar al público en soledad mientras vítores y aplausos no tenían fin. Por la mañana toda la prensa alabó su actuación.

Nadie lo recordó ni preguntó por él.

domingo, 7 de enero de 2018

Aquellas navidades...



La imagen me sobrecoge, la familia reunida alrededor del árbol, la mesa servida y los regalos esperando la hora de ser abiertos.

Cierro los ojos y mi mente se retrotrae al pasado, la vidriera repleta de juguetes, desde la calle sólo quedaba mirarlos, eran inalcanzables para el magro ingreso de mi madre, miraba arrobado aquellos que nunca podrían ser míos, luego regresar soñando que algún día quizás…

Pasar por casa de amigos donde veía largas mesas repletas de delicias, con música y algarabía. Entrar a casa donde dos platos en la mesa me esperan junto a ella que me mira con una sonrisa, no hace falta más. 

Comemos en silencio…
Suenan campanas anunciando las doce, tras un beso me da un pequeño paquetito, un autito rojo ilumina mi rostro, un abrazo y un beso…

—¡Papá!
Abro los ojos, mi hija me acerca una copa mostrándome el reloj, comienzan a sonar campanadas entre besos, abrazos y saludos.


En un rincón donde sólo yo lo veo, aquel niño me mira sonriendo mientras se encoge de hombros. 
Han pasado tantos años…

sábado, 16 de septiembre de 2017

Lucy

Convivo con Lucy desde que me la regalaron como cachorrita, han pasado muchos años, es una ovejera fiel y cariñosa pero jamás tuvo cria.

Luís además de vecino es carnicero cuando el tiempo lo permite los diálogos son momentos de jolgorio en su local, por la mañana con el apuro del trabajo suelo pasar y dejo encargado los huesos con carne para mi perra. Por la noche ya a punto de cerrar suelo retirarlos y en reiteradas ocasión dejamos el pago para el día siguiente, Luis jamás me falla.

Conocí a esta señora en una reunión en casa de amigos, congeniamos de inmediato, así nació una interesante atracción. Recuerdo cuando pregunté su nombre, me dijo “Lucy”. Igual que mi perra pensé, suerte que no lo dije.
Tras varias salidas dado que al parecer nos habituamos uno al otro convinimos en reunirnos y compartir un asado en su casa. Me comprometí en llevar buena carne, eso la entusiasmó y prometió que ella me premiaría con “el postre”.

La casa estaba apartada del resto, eso daba cierta privacidad. Era una noche cálida y serena. La solera con que me esperaba resaltaba la blancura de su piel, el generoso escote daba vuelo a mi imaginación. Quiso encender el fuego pero no se lo permití, mi orgullo de asador estaba en juego.
Salí apurado esa mañana, a pesar de los pocos instantes que tenía le comenté a Luís que esa noche quería agasajar a Lucy, por lo que pretendía que me eligiera lo mejor, pasé a buscar el paquete ya tarde en la noche, Luís estaba apurado, me lo entregó y se marchó de inmediato.  —Después arreglamos — me dijo. Le agradecí y partí raudo a casa de Lucy.

Llegué puntual, en su mirada noté al saludarme mientras le entregaba el paquete que se esmeró con “el postre”, y que ansiaba ese momento. Sus ojos eran llamaradas.
Me sirvió una copa antes de salir a encender el fuego, en lugar de fósforos me dio un beso que chisporroteaba en la leña mientras lo preparaba. Ella se ofreció a salar la carne, asentí y continué en lo mío.
Llamó mi atención la manera abrupta de abrir la puerta y salir al patio, vi su cara de enojo pero no pude pensar nada, una lluvia de huesos impacto en mi rostro seguido de los improperios que jamás imaginé que fueran su léxico. Al parecer Luís no me entendió.

Al llegar a casa mi perra Lucy sin prestar atención a mi rostro lastimado le hizo honor a la cantidad de huesos con carne que Luís diligente había preparado, le había quitado la grasa y cortado de manera magistral.


Me fui a la cama imaginando como abría sido el postre…