—¡Raúl!!!
El grito desesperado lo alertó, dejo todo volcando
incluso el café. Corrió afuera con premura, al salir la vio, estaba arrodillada
llorando, corrió hacia ella desesperado temiendo lo peor.
El corazón parecía salir de su boca cuando llegó a
su lado, el rojo que manchaba sus manos se había adherido a su cara, incluso a su
falda y la blusa que al ser blanca resaltaba el rojo sangre que la salpicó.
Raúl gritó su nombre tomándola en sus brazos, ella
rompió en llanto convulsivo.
— ¿Amanda, que pasó?— inquirió mientras sus labios
besaban la frente y bebían sus lágrimas, ella no paraba de llorar, la
desesperación se lo impedía.
—Mi amor yo…—con la voz entrecortada trato de
explicar, sin conseguirlo— no pude, te juro que no pude, fue todo tan rápido,
no pude ni siquiera pensar.
— ¿Pero qué pasó?— inquirió Raúl, mientras que ella
tratando de recomponerse señalaba los despojos que yacían a su lado convertidos
en una mancha grotesca.
—Sabes que te amo, pero ella se cruzó en mi camino y
te juro que no pude— su cuerpo temblaba impidiéndole continuar.
—Tranquila amor, dime que paso— la abrazó con fuerza
ciñendo su talle a su cuerpo de hombre.
—No la vi, te juro. Venía feliz, quería sorprenderte
en tu cumpleaños, mi torpeza hizo que tropezara con ella— dijo señalando la
piedra que sobresalía del sendero y mirando el piso agregó— mira como quedo
la torta de frutillas que traía…
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