Tus ojos nunca me mintieron, porque no permitías que
me miren en ese momento. Siempre lo noté.
Con el tiempo aprendí a reconocer en tus palabras
cuando lo hacías. No quería admitirlo, aunque era evidente.
En el tono de tu voz, en tus enojos, fui poco a poco
descubriendo la realidad. Era mi culpa, al no poder ser todo para vos, con el
tiempo fue aumentando. Me sentía morir, no quería compartirte, aun sabiendo que
jamás serías mía.
Guardé silencio mientras tu todo negabas.
No quise saber su nombre ni nada de él. Te solté la
mano y emprendí el regreso a mi soledad. Fue hermoso mientras duró, me diste
deseos de vivir, de soñar. Fui feliz.
Ahora regreso a casa despacio, sin prisa, mientras
va cayendo la tarde y el frío de la noche penetra en mí ser…
Un placer volver a leerte amigo.
ResponderEliminarAbrazo
Muchas gracias amigo.
EliminarTriste pero hermoso.
ResponderEliminarUn abrazo Luís.
Gracias amiga.
EliminarUn abrazo.