sábado, 25 de junio de 2016

Loco asesino...



 —    Buenas tardes.
 —  Hola, ¿usted es el psiquiatra?
 —  Si señor, usted es Román Carrizo. El imputado…
    Si, soy yo, ¿usted cree que estoy loco?—¿No me contesta?...  Ma´ si piense lo que quiera.
¡Claro que la mate! Era una perra, ¡por eso la maté! ¿Se lo merecía sabe? Claro que se lo merecía…
¡No! Que me voy a arrepentir, ¡No! Cuando entró, mi suegra, esa gorda borracha, me gritó como siempre, me dijo de todo, se metió con mi vieja. Esa no se la perdono, ¿esta, sabe? Va a terminar igual, acuérdese.
 —  ¡Mi bebé, mató a mi bebé!—gritaba. Tomátela gorda loca, vos y tú beba…
¿Porque me mira así doctor? ¿Que escribe? Ta´ bien, dígales a todos que soy un animal, dígale, vaya dígales, total lo piensan igual…
Si usted la viera doctor; esa noche llegué tarde, me había quedado con una amiga, ¿usted entiende? Somos hombres. Chupamos bastante, llegué alegre. Cuando entré la loca se me vino encima, ¡Para! Le grité. Pero no me escuchó, mi suegra la crió así, mala, celosa.
Tampoco era para tanto, o ¿no puedo tener amigas yo? Se me vino al cogote, casé un fierro que usamos como tranca para la puerta, y ¡Zas! Le reventé la cabeza, no jodió más.
Ahí fue donde entró mi suegra y la vio tirada en el piso, no se movía. Se puso loca, se me vino encima, tuvo suerte que no alcancé el fierro que si no…
Llamaron a la policía, me metieron preso “¡por asesino!” ¿Usted puede creer Doctor? ¡Que ganas de joder! La maté sí, y bueno… ¡ya está!
Me dio lástima porque no era mala, la pobre no tiene la culpa, mi suegra la hizo así, la crió a su manera.
Mi señora que en Paz descansa, me había dicho que a su regreso de la villa le iba a decir a la madre que se lleve esos perros. Doce tenía, ahora le quedan once, ladran toda la noche, no se puede dormir, ensucian…
¿Usted cree doctor, que estoy loco por defenderme de esa perra que me quiso morder?
¿Se va? ¡Eh doctor! ¿De que se ríe?  ¡No se vaya! ¿No me contesta?
Se fue. Encima tengo una sed…

No hay nada para tomar, solo agua… ¡Puajj! 

miércoles, 1 de junio de 2016

Pasado


Te recuerdo junto a mi disfrutando de la maravilla que me regalaba esa noche, en que el fantasma de la soledad me hacía sentir vulnerable.
En mi mente retumban tus últimas palabras:
—Dejemos pasar el tiempo, el nos dirá si estamos equivocados—. Traté de responder pero quedé en silencio mientras que vos bajabas la mirada.
No quería soltar tu mano, pero el bus debía partir. Quizás lo imaginé pero el brillo de una gota bajo tus ojos me provocó un escalofrío a la vez que una esperanza.
Y ya nunca supe más de ti.
El destino me llevó por diferentes momentos, otras relaciones que dejaron huellas pero sin olvidar las tuyas. Mi cabello se ha plateado de soledad y hoy sin querer leí tu nombre. El reflejo del sol sobre las gotas que de mis ojos manaba no me dejó ver más.
Al salir volví la vista atrás y la fila de cruces no me permitió ver la tuya, pero ya nada quedaba allí. Mis pasos me alejaron para siempre de mi pasado…