lunes, 21 de diciembre de 2015

La estrella

Y entonces fue que la vi, ya cuando había perdido toda esperanza, cuando la desesperación me tenía en sus  redes.
Rogué, recé, sin convicción; sólo un milagro que no esperaba evitaría el final.

El tiempo ha transcurrido lento, inexorable, mientras que circunstancias ajenas a mi me mantenían alejado de todo. Casi no recordaba su rostro, pero en mi memoria cual un mojón quedó aquella frase cuando me miró preguntando:
—¿Volverás papá? —asentí con la cabeza sabiendo que mentía; el brillo de su mirada denotaban la tristeza que lo embargaba. Ella lo tomó de la mano y se alejaron. Quedé allí parado viendo como se perdían entre la multitud, quería ser fuerte, no me verían llorar.
Esa tarde en la soledad del vuelo, por la ventanilla veía como la costa se alejaba hasta perderse en el horizonte, traté de encontrar una justificación. No la había, sólo orgullo, machismo sin razón, una excusa pretendiendo ser libre. ¿Libre de que?...
¿Cómo puede una criatura entender que dos adultos no aprendieron a convivir? ¿Que son quienes pretenden enseñarle a comportarse en la vida?
Distancia y tiempo fueron una barrera que mantuve sin claudicar, mientras que en mis noches, el recuerdo de sus pupilas desvela mi sueño. Aunque no quería mirar atrás, mi conciencia me lo reprochaba noche a noche.
Puse un océano entre nosotros,  pero sin poder alejarme de su recuerdo.

África no perdona; continente duro y hostil, donde el error se paga caro. Siendo un aventurero que sólo busca fortuna sin importar el precio; no importa si lo hace de manera ilegal. Allí la gente muere y mata mientras el resto del mundo ni se entera.
El fanatismo para dominar necesita armas,  pero para mi sólo era dinero. Asumir el riesgo da buenos dividendos, lo importante es salir vivo…
La entrega se haría al atardecer, algo rápido para no ser detectados, la pista era apenas un tramo de camino en un claro de la selva en terreno hostil. La tensión nos mantenía en vilo hasta que de repente sin saber de donde salió el disparo, sentimos el impacto, sobrevino el fuego y con un motor en llamas huimos buscando donde aterrizar, mientras perdíamos altura rápidamente; el piloto lucho con los controles tratando de ganar altura y superar una elevación pero fue en vano. El choque fue tremendo, salí despedido de la aeronave que quedo envuelta en un infierno dantesco, rodé por una hondonada que evitó ser alcanzado por los trozos que volaron al estallar los explosivos que transportábamos.
No se cuanto tiempo pasó hasta que desperté en la oscuridad y el silencio de la noche, no me podía mover, las heridas lo impedían.
Los sonidos de la selva en la noche son intimidantes, algo parecía reptar cerca de mío el terror me invadía, no atinaba a nada hasta que…
Puede haber sido la fiebre o que estaba enloqueciendo, pero juro que oí cuando él mi dijo —Por aquí papá— giré la cabeza y vi esa estrella cruzar el cielo y grité:
—¡Valentín!— el eco me respondió— ¡ayúdame por favor!
Al levantar la mirada una luz me cegó, era una linterna y voces que no entendía me llamaron, no pude responder porque me desmayé.
Algo zumbaba a mis oídos, un rumor que no comprendía; eran voces, estaba en una cama traté de moverme pero los vendajes lo impendían, de a poco las imágenes se fueron aclarando y pude ver que estaba en una carpa al cuidado de varias personas. Respiré dando gracias al supremo y me dejé ganar por la inconciencia, me despertó el traqueteo del vehículo que me transportaba sin saber donde, entonces recordé a mi hijo que mi mente oyó en aquel momento.
El “gracias Valentín” salió de mis labios como un suspiro…
En esta nochebuena miro el cielo y creo ver aquella estrella que me guió hasta aquí. Tras tocar el timbre espero y ese hombre que sale a abrir me mira, el niño que lo acompaña pregunta:
—¿Quién es?

—Es mi padre que vuelve…